Qué dice la contaminación de huevos en Europa sobre nuestra alimentación actual
Desde la semana pasada, en Europa se vive un clima de tensión alrededor de la comida: a principios de enero se anunció que una partida de huevos de Alemania contenían altos niveles de dioxinas, un potente cancerígeno producto de procesos industriales.
Más tarde se descubrió que el problema se habría originado en marzo de 2010, cuando la empresa Harles und Jentzsch envió -supuestamente por error- aceite destinado a la producción de biocombustibles a 25 productores de alimentos para animales en toda Alemania. Los diferentes alimentos con estos aceites llegaron luego a más de mil granjas de este país, que los utilizaron en sus animales: entre ellos cerdos y gallinas, cuya producción de huevos fue contaminada con las dioxinas (en algunos casos, también se encontró el tóxico en la carne de las mismas).
El embrollo -que nos enseña mucho sobre los problemas de nuestra producción de alimentos- estaba sólo comenzando.
Consecuencias de alimentos globalizados
Más de 4700 granjas se cerraron temporalmente en Alemania -ya se volvieron a abrir más de 3000 de ellas- y se sacrificaron miles de animales como medida preventiva. Pero en este mundo con un sistema de producción de alimentos enredado y globalizado, las consecuencias todavía se están sucediendo.
Por un lado, entre los miles de huevos contaminados una partida de más de 140 mil fue enviada a los Países Bajos para su procesamiento para el uso en otros productos. Luego de ser vendidos en forma líquida a una fábrica de panificados y dulces -muchos de ellos para chicos- en Inglaterra, terminaron en unos quince productos como tortas y chocolates que permanecieron en los supermercados por tres semanas, como indica el Daily Mail. Los mismos están siendo retirados en este momento.
Por otro, mientras se suceden las investigaciones y se decide si se presentarán cargos en contra de la empresa que originó el problema, países como Korea del Sur han prohibido las importaciones de productos de pollo y cerdo y otros como Rusia endurecieron sus controles sobre los mismos (Monsters And Critics). La Asociación de Granjeros de Alemania indica que las pérdidas para el sector se estiman en 40 a 60 millones de euros por semana (Reuters).
A todo esto, la organización Foodwatch agregó otro ingrediente: un informe que sugiere que la contaminación de los alimentos podría estar relacionada al uso de pesticidas. La afirmación está basada en un análisis sobre los aceites y grasas comercializados por Harles und Jentzsch, que indicaron la presencia de pentaclorofenol, un fungicida prohibido en Alemania desde 1989, pero utilizado en Asia y Sudamérica en cultivos de soja (EFE). Esta hipótesis fue cuestionada por el gobierno alemán, pero no refutada hasta el momento (EFE).
Tristes moralejas
¿Qué nos dice todo esto sobre nuestro sistema de producción de alimentos actual?
Demasiadas cosas, pero las principales:
- La producción de animales de forma industrial es inaceptable. Además de la crueldad ya ampliamente conocida, el proveer alimentos balanceados que no constituyen su dieta natural es sumamente peligroso, como se ve directamente en este caso.
- ¿Hasta cuándo vamos a seguir utilizando granos cosechados en una punta del mundo con regulaciones mucho menos exigentes, para producir aceite en la otra, bajo diferentes leyes? ¿Cómo puede ser aceptable importar granos tratados con pesticidas que están prohibidos en el país donde se importan? La hipocresía de los países industrializados en estos temas deberá terminar eventualmente.
- Es urgente una revisión y rediseño de la forma de producción de nuestros alimentos procesados, reemplazando la importación de cada ingrediente de un extremo diferente del mundo por el uso de ingredientes locales.
A nivel del consumidor, ¿qué moraleja nos deja este suceso?
- Sin excepción, si se consumen productos animales, hay que elegir aquellos que vengan de granjas que críen a los mismos en forma natural y orgánica. Ello supone consumir menos, pero de mejor calidad.
- En lo posible, intentar consumir productos con la menor cantidad de procesamiento, así podemos asegurarnos de la procedencia de sus ingredientes.
Si bien un cambio importante en la forma de producción de nuestros alimentos no se va a dar de un día para el otro, es importante empezar por entender los problemas actuales.
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